Para el pasado viernes 13 de mayo resultaron 56 las renuncias de candidatos a un cargo de elección popular en el Estado de Tamaulipas. La razón: presuntas amenazas del crimen organizado. A estas alturas del desencanto por la política nacional, cuesta entender la veracidad de las diferentes versiones de los hechos, sobre todo cuando los comunicados provienen de figuras como César Verástegui, Manlio Fabio Beltrones o Ricardo Anaya.

Por un lado, el dirigente priista expulsó a tres candidatos de su Partido por estar vinculados al narcotráfico y apoyar al panista Cabeza de Vaca para Gobernador del Estado. El mensaje puede interpretarse como parte de la guerra sucia que se viene en estas candidaturas, o como un intento irónico de salir bien parado al lado de quien ya tiene una mala reputación por su relación con el narco. El PRI queriendo “jugar limpio” no sólo sorprende sino provoca inmediata sospecha.

Por otro lado, la respuesta del presidente del PAN, Ricardo Anaya, sorprende por su simpleza: la inocencia de Cabeza de Vaca se basa, según él, en que “no hay averiguaciones a su nombre” -como si eso dijera algo en absoluto.

Todavía es más absurda la respuesta de César “El Truco” Verástegui, Presidente del PAN en Tamaulipas, quien asegura que los candidatos priistas apoyaron a Cabeza de Vaca porque “él sí simboliza un cambio”. Hay que atender las declaraciones de Verástegui por absurdas que sean, no sólo porque representa al polémico Partido, sino porque su mismo hermano, Vicente Verástegui, es otro panista famoso por sus vínculos con el narcotráfico.

Vicente se lanzó este año para ser Alcalde de Xicoténcatl, porque parece que los habitantes de dicha localidad no tuvieron suficiente con su alcaldía anterior y las otras dos de César Verástegui. El hermano del “Truco” es, además, líder de la Unión Cañera desde hace más de diez años; varias veces se ha hablado sobre los nombres que la Unión tiene en su nómina, entre los cuales están presuntos miembros del Cártel de los Zetas y cercanos.

Un Municipio como Xicoténcatl pasa desapercibido a nivel nacional, pero ahí los hermanos Verástegui han ejercido su cacicazgo por años; desde la Unión Cañera y las relaciones con los Zetas de la zona Mante, particularmente con el buscado Francisco “Pancho” Carreón.

No obstante, hasta ahora la información sobre el narcocandidato Vicente Verástegui es escasa, y por lo general no trasciende los medios tamaulipecos y las denuncias ciudadanas.

El PAN, Partido que se enorgullecía de su propia superioridad moral y que basó una guerra maniquea en un antagonismo con lo anti-institucional (representado por el narcotráfico), es quien debe ser ahora inspeccionado por su turbia manera de estar en el poder.

¿Es iluso creer que conforme pasen los días se esclarecerán los hechos y la presunta relación entre el narcotráfico y los políticos del Estado? ¿Cabe esperar que las instituciones electorales intervengan ante la evidente crisis de seguridad causada por el narco? ¿Es iluso esperar la renuncia de Vicente Verástegui y Cabeza de Vaca, o es que el panismo está realmente blindado por el crimen organizado?

La complejidad de lo que sucede hoy en Tamaulipas no ha tenido la atención que se merece: más allá de tratarse de una competencia entre los dos partidos dominantes, me parece que estos comicios reflejan un aspecto muy sombrío de la política nacional. Un término adecuado para nombrar lo que ocurre es el de narcoelecciones.